Cómo influye el valor social en las decisiones de ubicación
Las empresas se centran cada vez más en el bienestar de los empleados y la comunidad laboral
La proximidad al transporte público, los clientes, las cafeterías y los restaurantes son argumentos de venta típicos para los propietarios de oficinas que intentan atraer a nuevos inquilinos. Pero cada vez más buscan ofrecer otra cualidad: valor social.
Valorado por empresas como Nuveen Real Estate, y evidente en todas partes, desde la remodelación de la Met Tower de Glasgow (Escocia) hasta la nueva oficina de JLL en Sídney, el valor social se refiere a las repercusiones sociales, medioambientales y económicas que un inmueble tiene en la comunidad que lo rodea.
"Todo gira en torno a las personas", afirma Tim O'Connor, responsable de arrendamiento de oficinas de JLL Australia. "Hasta hace poco, existía una separación entre el público que rodeaba un edificio y las personas que lo ocupaban, pero ahora hay un cambio real para acoger a la comunidad que rodea tu espacio, además de cuidar a los que trabajan en él".
Según el Foro Económico Mundial, las ubicaciones con alto valor social pueden ser la clave de la regeneración urbana. Por ello, las empresas están dejando claras sus intenciones en torno a este concepto. Por ejemplo, Nuveen comprometió recientemente 15.000 millones de dólares que se centran en "construir comunidades que enriquezcan la vida de sus residentes".
La empresa tiene previsto invertir en viviendas sociales y asequibles para comunidades desfavorecidas o trabajadores con bajos ingresos, al tiempo que regenera servicios locales como la atención sanitaria y el transporte en las comunidades.
Los esfuerzos también están aflorando en los nuevos desarrollos. Por ejemplo, la Met Tower de Glasgow, que incorpora no sólo espacios públicos al aire libre, sino también una zona subterránea diseñada para iniciativas comunitarias como el co-working o los mercados locales.
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En Londres, un plan impulsado por el ayuntamiento pidió a los desarrolladores que proporcionaran el 10% del espacio de oficinas de nueva construcción a un alquiler nominal para ser utilizado por las nuevas empresas. Se calcula que los tres espacios creados hasta ahora han generado 1,24 millones de libras (1,55 millones de dólares) en valor social.
Para juzgar el valor, el ayuntamiento se ha fijado en los resultados cuantificables obtenidos por las empresas que utilizan el espacio. Por ejemplo, se calcula que los 28 puestos de aprendizaje creados por la empresa tecnológica Space 4, una de las que ocupan el espacio, han generado un valor social superior a 544.000 libras.
Poner el valor social en acción
En el reporte Responsabilidad Inmobiliaria de JLL: Valor social, el 94% de los encuestados coincidieron en que el entorno construido tiene un papel que desempeñar en la creación de un impacto social positivo en nuestras comunidades. Sin embargo, sólo el 35% de los encuestados afirma que el valor social forma parte de su proceso de toma de decisiones inmobiliarias.
"Un reto al que se enfrentan las empresas a la hora de instituir el valor social es que medir sus resultados es un poco más difícil que analizar, por ejemplo, el impacto medioambiental de un espacio", afirma O'Connor.
Hasta ahora hay más de 300 sistemas en todo el mundo que intentan crear una forma de cuantificar el valor social, pero todavía no existe una norma de referencia. El principal obstáculo a la hora de crear cifras claras es que resulta difícil poner un número económico a muchos de los beneficios de los proyectos de valor social, como la mejora del bienestar o un mayor sentido de comunidad.
Entonces, ¿cómo pueden las empresas integrar esta tendencia? El reporte de JLL afirma que las medidas deben crear un impacto social duradero en todos los elementos del ciclo de vida de la propiedad.
Influir en este aspecto a nivel de ubicación puede incluir la elección de locales con acceso a espacios verdes y a la naturaleza, así como fácil acceso a instalaciones sanitarias o de bienestar. También puede significar elegir edificios con mucha luz natural y ventilación, y factores de accesibilidad como el acceso sin escalones.
Propietarios e inquilinos también deben buscar formas de conectar con la comunidad aledaña.
"Una empresa de construcción con la que trabajamos en Sydney, por ejemplo, se ha instalado en una zona con muchas escuelas femeninas, y está trabajando con ellas en iniciativas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) para que las alumnas vengan a ver la empresa y cómo funciona, y así poder tener nuevas contrataciones en el futuro", dice O'Connor.
El reporte también sugiere equilibrar la lógica económica de las decisiones de ubicación, es decir, el acceso a los empleados y el costo de hacer negocios, con factores sociales y medioambientales.
"Hay que dar prioridad a las ubicaciones que ofrezcan buena conectividad, buenos servicios, instalaciones sanitarias y de bienestar, conexión con las comunidades locales y espacios verdes", afirma el reporte.
Para las empresas con ganas de generar valor social desde la base, tomar la decisión de trasladarse a una comunidad subdesarrollada puede fomentar la regeneración y mejorar los resultados sociales tanto para los trabajadores como para los residentes.
En el caso de una empresa financiera con sede en Madrid que se planteaba si mantener su oficina en el centro de la ciudad o trasladarse a una zona menos consolidada, los servicios de valor social, junto con parámetros inmobiliarios clave como los alquileres y las tasas de desocupación, llevaron a la empresa a trasladarse.
"Una vez más, volvemos a las personas. La atracción y retención del talento es el mayor costo para cualquier organización, más que el alquiler del edificio, por lo que el valor social de la empresa se está convirtiendo cada vez más en parte del paquete para atraer a los mejores", dice O'Connor.
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